ELECCIONES HONDURAS 2021, A ROMPER EL CERROJO
Por Esperanza Morelos
Politologa Guatemalteca, experta en politica centroamericana
Honduras es uno de esos países que nadie en el mundo recuerda que existen, a menos que en ellos se produzca un evento tipo conmoción, tal como sucedió con el golpe de Estado de junio de 2009, cuando la comunidad internacional hizo una condena unánime, aunque eso no sirvió de mucho para revertir aquel que fue un ataque directo al ALBA.
Sin embargo, este país, de poco mas de 9 millones de habitantes, ha sido una pieza estratégica para los movimientos continentales de los Estados Unidos en todo el continente, a lo largo del ultimo siglo. Se podría afirmar que la independencia proclamada en 1821, no llego a materializarse nunca, y solo se dio una pausa en el largo camino de su sometimiento, en los tres años de mandato de José Manuel Zelaya, que terminarían con el cruento golpe que lo termino enviando al exilio.

El próximo 28 de noviembre, Honduras va al cuarto proceso electoral desde el golpe de Estado. Doce años han sostenido el poder los que actuaron como operadores de aquel duro golpe al pueblo hondureño. Durante esos doce años, campearon aquí la hiper corrupción, el saqueo de las instituciones públicas, de la mano de privatizaciones y la profundización de la versión mas cruda de neoliberalismo, que ha convertido a este en uno de los países mas desiguales del mundo.
Los procesos anteriores estuvieron marcados por el fraude electoral, que siempre termino recibiendo la bendición de Washington, ante lo que los halcones consideran el riesgo inaceptable de una victoria del Partido Libertad y Refundación, de izquierda fundado y dirigido por el expresidente Zelaya. Y los temores parecen tener fundamento a medida pasan los años. La derecha local no ha escatimado ni esfuerzos ni gastos para destruir este joven partido político, pero ha sido, sin discusión, el contendor a vencer desde 2013.
Y los resultados de las pasadas elecciones de 2017, llevaron al Partido Nacional, de derechas, pero sobre todo, controlado por el crimen organizado y el narcotráfico, a perpetrar un fraude descomunal e inocultable contra la alianza de este partido con un popular presentador de TV y un partido de orientación socialdemócrata. Aquellos eventos llevaron a Luis Almagro a hablar de “elecciones de baja calidad” y a proclamar la necesidad de repetir las elecciones. El mismo Almagro, frente a una comisión del senado de Estados Unidos, reprocho al gobierno de Estados Unidos de haberlo dejado solo en aquel momento, y que guardo silencio, cuando Trump decidido apoyar el fraude cometido por el régimen instalado en Tegucigalpa.
Esta vez participa el partido LIBRE en una coalición que agrupa sectores de diversas tendencias, y aglutina sectores importantes desde empresarios hasta estudiantes y grupos de trabajadores. Postula a la candidata Xiomara Castro, quien según las ultimas encuestas creíbles aventaja por al menos 15 puntos a Nasry Asfura, el delfín de Juan Orlando Hernández, presidente señalado por su notoria conexión con los carteles de la droga de Colombia y México.

En las elecciones participan otros 13 candidatos, pero la mayoría de ellos pertenecen a partidos políticos, creados por la derecha para confundir al electorado, y multiplicar su influencia en la operación de las elecciones mismas. En general, este proceso parece estar bien definido, y es poco probable que el conjunto de los otros candidatos supere el 10% de la preferencia en las urnas.
Se estrena una nueva estructura electoral, que ahora cuenta con un ente operador de las elecciones, Consejo Nacional Electoral, y un ente jurisdiccional. Por primera vez, ambas instituciones cuentan con representación del partido LIBRE. Ambas instituciones han sido atacadas desde su inicio por el sistema elitista hondureño, que, por un lado, mantiene una campaña feroz de desprestigio contra el CNE, mientras que el TJE ni siquiera cuenta con una Ley que defina sus competencias, y le permita ejercer su función.

Es atinado decir que el asunto aquí ya no pasa por lo electoral, escenario en que luce todo muy definido a favor de la coalición de centro izquierda, pero quedan pendientes muchos temas, y, sobre todo, la forma en que van a proceder actores clave históricamente, como las Fuerzas Armadas, o el propio gobierno de Estados Unidos, que normalmente a sido el principal patrocinador de las acciones más violentas y la violación a los derechos humanos en este país.
En un ambiente enrarecido por los rumores, y el accionar turbio de una derecha atrasada, y con poca vocación de estudio, la situación parece normal, y la vida cotidiana transcurre sin mayores sobresaltos. Llama la atención la insistencia de todos los sectores conservadores del país, a firmar una “Pacto de Paz”, por parte de los partidos políticos, en lo que parece ser mas bien la firma de una rendición anticipada ante una eventual alteración de los resultados.
Seguramente los latinoamericanos tenemos razones para seguir de cerca este proceso electoral, que marca la posibilidad de un cambio de rumbo, en un país que hasta hace poco ha sido considerado uno de los puntos inexpugnables e indiscutidos del control neocolonial norteamericano.