Los ucranianos oponen feroz resistencia a la brutal invasión rusa
Por Geoff Mirelowitz
El 16 de marzo del 2022—Moscú intensifica su asalto salvaje de Ucrania ante la oposición mundial a la invasión que ordenó Vladimir Putin, el presidente de Rusia. La idea de que el ejército ruso podría obtener una victoria rápida y de inmediato imponer con éxito una ocupación del país ha demostrado ser falsa. La resistencia ucraniana ha sido tenaz y decidida.
Dentro de Rusia han ocurrido manifestaciones contra la guerra de Putin en más de 150 ciudades, lo que ha resultado en más de 13 mil arrestos por parte de la policía de Putin.
Más de 7,500 académicos, estudiantes y graduados de la prestigiosa Universidad Estatal de Moscú, la universidad más antigua de Rusia, han firmado una carta abierta al gobierno ruso que dice en parte: “Nosotros, los estudiantes, estudiantes de posgrado, maestros, personal y graduados de la universidad más antigua de Rusia, la Universidad Estatal Lemonosov de Moscú, condenamos categóricamente la guerra que nuestro país ha desatado en Ucrania”. La declaración completa puede leerse aquí.

El 14 de marzo una empleada de la televisión estatal, Marina Ovsyannikova, irrumpió en la transmisión en vivo de “Vremya” del Canal 1, el programa nocturno de noticias más visto de Rusia, gritando: “¡Alto a la guerra!” y sosteniendo un cartel que decía: “Te están mintiendo”. Fue otro acto valiente de protesta contra la invasión rusa de Ucrania, dada la dura represión que el Kremlin ha desatado contra aquellos que expresan oposición a su guerra.
Después de que sus tropas terrestres progresaran lentamente, Putin lanzó una guerra aérea con la meta de aterrorizar a la población de Ucrania. “Al menos 67 pueblos y ciudades ucranianos han sido alcanzados, algunos atacados durante varios días, con bombardeos, ataques aéreos y otros proyectiles”, informó el New York Times el 13 de marzo.
En una señal de la rapidez con que esta guerra podría intensificarse, Rusia golpeó una base ucraniana a sólo 12 millas de la frontera con Polonia el 13 de marzo. “Un día después de hacer la advertencia que las armas que fluyen hacia Ucrania de los aliados occidentales serían ‘blancos legítimos’”, escribió el Times, Rusia “acercó peligrosamente la guerra a las puertas de la OTAN”. Treinta y cinco personas murieron en la incursión, pero 22 de los 30 misiles rusos fueron interceptados por las defensas ucranianas.
Si bien Putin parece decidido a reunir tanto poder militar como sea necesario para lograr sus objetivos, la perspectiva más probable en base a la evidencia hasta el momento es que, a menos que Moscú ajuste su curso, ésta va a ser una guerra muy larga.

Hoy la población de Ucrania está involucrada en una guerra por la independencia nacional contra un régimen en Moscú que tiene como objetivo restaurar en Ucrania la situación que existía bajo el zar, cuando el imperio ruso era una prisión de naciones. Esto explica la feroz resistencia que claramente ha sido una sorpresa para Putin, así como para otros. Los ucranianos no van a convertirse tan fácilmente en objeto de los esfuerzos por establecer un nuevo imperio ruso.
La expresión vívida de esta determinación de los ucranianos por defender sus derechos nacionales son las manifestaciones en ciudades ya ocupadas por tropas rusas.
“Días después de que tropas de Moscú tomaran control de la ciudad de Melitopol, en el sur de Ucrania”, informó el Wall Street Journal el 7 de marzo, “un camión blindado ruso pasó por el centro con un mensaje desde los altavoces: Las manifestaciones están temporalmente prohibidas para prevenir el desorden.
“Al día siguiente, un sábado”, continuó el periódico, “miles de lugareños marcharon por las calles ondeando banderas ucranianas, cantando el himno nacional y coreando para los soldados rusos en su idioma nativo: ‘¡Vete a casa! ¡Vete a casa! ‘”
Desde entonces, al parecer las tropas rusas arrestaron a Ivan Fyodorov, el alcalde de Melitopol. En respuesta, cientos de ucranianos salieron en protesta a las calles de esa ciudad.
Estas valientes acciones merecen el apoyo de los trabajadores de todo el mundo. La guerra de Rusia contra Ucrania debe terminar. Putin debe retirar todas las tropas rusas, detener la guerra aérea y dar fin a todas las formas de agresión contra Ucrania. Ahora. Sin condiciones.

La guerra ha creado un flujo colosal de refugiados que han sido expulsados de sus hogares por el ejército de Moscú. A mediados de marzo, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados estimó que casi tres millones de ucranianos habían huido de sus hogares.
Los ataques rusos también han matado a civiles que están huyendo, incluso cuando Moscú y el gobierno de Ucrania han acordado repetidamente crear “corredores humanitarios” en Ucrania, que se supone le ofrecen un paso seguro a los que intentan escapar de los horrores de la guerra.
La situación es más grave en la ciudad sureña de Mariupol, que ha estado bajo asedio con fuertes bombardeos por parte de las fuerzas rusas y aislada de cualquier ayuda humanitaria durante semanas. Más de 2,500 residentes de esa ciudad portuaria del Mar Negro han muerto hasta ahora, según cálculos de funcionarios ucranianos publicados por el diario británico The Independent el 14 de marzo.
“Putin está realizando un genocidio contra el pueblo ucraniano que nos incluye a los griegos”, dijo a la radio griega Olga, una greco-ucraniana refugiada en un búnker subterráneo en Mariupol, según el diario griego Kathimerini. Un número considerable de ucranianos de habla griega viven en el este de Ucrania, así como otras nacionalidades como rusos, búlgaros y moldavos.
Estados Unidos debe abrir sus puertas a todos los refugiados ucranianos de inmediato. Los aliados de Washington en la OTAN tienen la responsabilidad de hacer lo mismo.
Hipocresía imperialista
Washington y las potencias imperialistas de Europa ahora tratan de aprovechar esta situación para su propio beneficio económico y político. Todos los días somos testigos de la más burda hipocresía cuando los líderes de estos gobiernos condenan el ataque despiadado de Putin, como si ellos no hubieran estado involucrados en el mismo salvajismo—o algo peor. Esta santurronería está encabezada por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, quien durante mucho tiempo ha aplaudido todas las guerras brutales libradas por Washington.
Como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, Biden ayudó a redactar la ley que autorizó la invasión estadounidense de Afganistán en el 2001. Un año después votó a favor de autorizar la invasión estadounidense de Irak que comenzó en 2003.

Biden se opuso inicialmente al proyecto de ley que autorizaba el asalto de Estados Unidos contra Irak en 1990. Sin embargo, después de la guerra, Biden copatrocinó la resolución del senado “Elogiando al presidente y a las Fuerzas Armadas por el éxito de la Operación Tormenta del Desierto”. Esa resolución declara que el congreso “aplaude” por sus actos al entonces presidente George H.W. Bush y al entonces secretario de Defensa Dick Cheney. Un año después de esa guerra, Biden también votó a favor de una resolución que le daba a Bush la autorización para continuar la acción militar contra Irak.
¿Qué era lo que Biden estaba “aplaudiendo” hace 30 años?
La primera guerra de Estados Unidos contra Irak desató un derramamiento de sangre y una matanza atroces. El cálculo del número de muertos oscila alrededor de 150 mil durante las seis semanas de los incesantes bombardeos por Estados Unidos. Aviones estadounidenses, británicos, franceses, canadienses, saudíes y otros realizaron 109,876 incursiones y lanzaron 88,500 toneladas de bombas. Cuando las fuerzas iraquíes intentaron retirarse, y cuando los civiles huyeron de los bombardeos, la carretera que va de la ciudad de Kuwait a Basora se convirtió en una zona de exterminio. Un oficial de la fuerza aérea lo calificó como “un blanco fácil”. Al general estadounidense Colin Powell, entonces presidente del Estado Mayor Conjunto, se le pidió en una conferencia de prensa que diera una estimación del número de iraquíes muertos por operaciones combinadas aéreas y terrestres. “Realmente no es un número en el que estoy terriblemente interesado”, respondió Powell.
La violencia desatada por la resolución del Congreso de Estados Unidos que dio paso a la “guerra contra el terrorismo” comenzando con la invasión de Afganistán en el 2001 fue verdaderamente monstruosa. El Proyecto de Costos de la Guerra de la Universidad Brown estima que el costo humano de las guerras estadounidenses posteriores al 9/11 son 929 mil muertos y 38 millones de desplazados en 20 años.
Sin embargo, Biden y sus aliados de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) derraman hoy lágrimas de cocodrilo sobre el “horror de la guerra”.
Una hipocresía similar es evidente en los medios de comunicación estadounidenses de todo tipo, desde los liberales hasta los conservadores. Los empresarios rusos son tachados rutinariamente como “oligarcas”, un término que los medios de comunicación de las grandes empresas nunca usan para describir a sus homólogos estadounidenses, que en cambio aparecen como “empresarios”. Pero igual que Warren Buffett, Jeff Bezos o Bill Gates, estos ricos hombres de negocios rusos son capitalistas, cuya enorme riqueza proviene de la explotación de los trabajadores.
La OTAN no es una alianza defensiva. Existe para avanzar y defender los intereses económicos, políticos y militares del gobierno de Estados Unidos y de sus aliados imperialistas en Europa. Desde la caída de la Unión Soviética y la reimposición del capitalismo en Rusia y en Europa oriental, la OTAN ha extendido la membresía a otros gobiernos capitalistas más pequeños, en parte para extender sus bases militares por toda Europa y mantener la hegemonía militar de Estados Unidos en el continente. Al hacerlo, ha actuado agresivamente para rodear a Rusia con armas ofensivas.
Las sanciones también son armas
Liderados por Washington, estos mismos gobiernos ahora le imponen brutales sanciones económicas a Rusia alegando que están dirigidas contra Putin y los capitalistas rusos más ricos que lo apoyan. Pero el mundo ha visto anteriormente el impacto de las sanciones lideradas por Estados Unidos. Se han utilizado contra Irak, Irán, Venezuela, Cuba y otros países. Los que más sufren son siempre los trabajadores.

Hoy en día, las sanciones contra Rusia pueden tener consecuencias peligrosas y trágicas. Rusia es el mayor exportador de trigo del mundo, representando alrededor del 17% de la oferta mundial. Juntos, Rusia y Ucrania exportaron el 25.4% del trigo mundial en el 2019. Entre los países que dependen más de ese grano se encuentran Egipto, Turquía y Líbano.
Un informe de Reuters desde El Cairo explicó: “Los importadores de trigo enfrentan un reto para entregar suministros de pan que son políticamente delicados en todo el Medio Oriente y el Norte de África (MENA) después de que la invasión rusa de Ucrania impidió su acceso al más barato grano del Mar Negro del que dependen”.
Año con año Egipto es, a menudo, el mayor importador de trigo. Con una población de más de 100 millones de personas, existe un grave peligro de hambruna severa a medida que empeore la situación. Los precios locales del trigo y de la harina han aumentado un 23% y un 44% respectivamente desde que comenzó la invasión rusa, dijo a Reuters Ezzat Aziz, de la Cámara de Comercio de El Cairo.
Líbano, según Reuters, sólo tenía reservas de trigo para un mes cuando Rusia invadió Ucrania. En Túnez, “la reducción de las existencias de pan, el racionamiento de la harina en las tiendas y los problemas con la llegada de las importaciones de trigo han generado dudas sobre afirmaciones oficiales de que existe un suministro suficiente para durar hasta el verano”, escribió Reuters.
Ésta es solo una de las formas en que los trabajadores, tanto fuera de Rusia como en su interior, sufrirán por estas sanciones.
El precio de la gasolina, que ha estado aumentando dramáticamente en Estados Unidos debido a la insaciable sed de los monopolios petroleros durante más de 20 años por obtener ganancias, ahora se está disparando. Biden afirma que es un precio que hay que pagar, culpando a Putin. Pero una vez más, el costo principal va a recaer sobre la clase trabajadora, los pequeños agricultores y las pequeñas empresas que menos pueden sobrellevar el aumento de los precios. En gran medida estos precios se basan en la especulación sobre el futuro precio del petróleo. Los precios en la bomba comenzaron a subir a los pocos días de la invasión de Putin, antes de que sus efectos pudieran ser una explicación razonable del aumento del precio de la gasolina previamente refinada.
Consecuencias no deseadas e impredecibles
La guerra contra Ucrania tiene aproximadamente tres semanas de antigüedad, y todavía es demasiado pronto para adivinar todas sus consecuencias a nivel global. Pero ya ha trastocado la política en todo el mundo. Las decisiones de Putin, así como las de Biden y sus aliados, pueden tener consecuencias no deseadas y resultados impredecibles muy lejos del actual campo de batalla.

Rusia exige que las revisiones del acuerdo nuclear con Irán deben incluir lenguaje que la protejan de las sanciones que le han sido impuestas por su invasión de Ucrania, lo que ha frenado las negociaciones para resucitar el acuerdo nuclear de 2015 entre Irán, Estados Unidos y otros países (el acuerdo que Donald Trump canceló durante su presidencia). Entre otras consecuencias además está el retraso en cualquier reanudación de las ventas de petróleo por parte de Irán en el mercado mundial.
¿Cómo responderá China, como la segunda potencia económica más grande del mundo después de Estados Unidos, a estos acontecimientos? ¿Continuarán sus líderes prestando apoyo tácito a la agresión de Putin? ¿Cuál será el impacto total de la guerra y las sanciones imperialistas en la economía mundial? Ni tampoco puede nadie ignorar el peligro que representa el que Moscú y Washington controlen enormes arsenales de armas nucleares.
Otra preocupación seria es la seguridad de las instalaciones de energía nuclear de Ucrania, inclusive la planta clausurada en Chernobyl de la cual se han apoderado las fuerzas rusas. “Sin reactores en operación en la planta, no hay riesgo de una fusión nuclear como podría ocurrir si una planta en funcionamiento perdiera energía y ya no pudiera hacer circular agua a través del reactor”, informó el New York Times. “Pero Chernobyl conlleva algunos otros riesgos relacionados a la gran cantidad de desechos nucleares albergados en el sitio”.
La última lucha de Lenin
La Revolución Rusa de 1917 dirigida por V.I. Lenin y el Partido Bolchevique creó la posibilidad de establecer nuevas relaciones entre los trabajadores rusos y los de Ucrania y otras naciones y pueblos anteriormente oprimidos por el zarismo.
“Los intereses del proletariado exigen la más completa confianza y la unión más estrecha entre los trabajadores de los diferentes países, de las diferentes naciones”, escribió Lenin a los trabajadores ucranianos en 1919. “Los partidarios de los terratenientes y capitalistas, los partidarios de la burguesía tratan de dividir a los obreros, de exacerbar las querellas y los odios nacionales con objeto de debilitar a los obreros y fortalecer el poder del capital.” [1]
Cuando Joseph Stalin y la casta burocrática que él dirigía traicionaron a la Revolución Rusa, esta posibilidad se esfumó. Lenin había comenzado a librar una batalla política dentro del Partido Bolchevique y el gobierno soviético para asegurar que “la unión más estrecha entre los trabajadores de los diferentes países, de las diferentes naciones” pudiera desarrollarse. Como lo expresó en una carta en octubre de 1922, “Le declaro guerra a muerte al chovinismo de la nación dominante”.
Desafortunadamente, menos de un mes después, Lenin dio su último discurso público. A pesar de estar parcialmente paralizado, continuó trabajando para asegurarse de que el partido bolchevique entendiera lo vital que era defender el derecho de naciones como Ucrania a la autodeterminación. Pero en marzo de 1923 fue derribado por otro derrame cerebral, y su vida política terminó. Murió en enero de 1924. La última lucha que él libró se perdió.[2] Políticas hostiles a las que Lenin defendió se convirtieron en la norma, tanto en el partido que él había dirigido como en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que incluía a Ucrania.

Esto no es historia antigua. El curso de estos acontecimientos estableció, en gran parte, el marco de las relaciones entre Rusia y Ucrania que todavía existen hoy en día. El restablecimiento del capitalismo en Rusia y en las otras exrepúblicas soviéticas preparó el escenario para el surgimiento de figuras autoritarias como Putin, quien ahora afirma que Ucrania nunca ha sido una nación y exige que el pueblo ucraniano se subordine al chovinismo nacional de la Gran Rusia al que Lenin tanto se opuso.
Muchos de los que se identifican como parte de la izquierda política en Estados Unidos y en otros lugares rechazan o desconocen por completo esta historia y sus lecciones.
Un ejemplo es un artículo de Lorenzo Cañizares publicado en Cubanews@groups.io. Cañizares es copresidente de la Alianza Comunitaria Laboral del Sur de la Florida. En un artículo titulado Stop Egging On the Ukrainian People [Dejen de incitar al pueblo ucraniano], Cañizares escribe: “Hoy nos enfrentamos a la repugnante realidad de ver a miles de ucranianos morir mientras Occidente los incita a continuar una guerra sin sentido”.
Esto pone la realidad patas arriba. ¿Por qué están muriendo los ucranianos? Porque se niegan a doblegarse ante la agresión de Moscú. La feroz resistencia de los combatientes ucranianos sólo puede ser “sin sentido” si uno no cree en el derecho de las naciones oprimidas a la autodeterminación. La historia está llena de ejemplos de naciones oprimidas como Ucrania que han defendido sus derechos nacionales haciendo frente a lo que parecía ser una potencia militar más fuerte. ¿Habría ofrecido Cañizares el mismo consejo al pueblo de Vietnam que luchó durante décadas, al costo de millones de vidas, por su derecho a la autodeterminación contra las potencias colonialistas e imperialistas?
Cañizares también promueve una mentira que demasiados en la izquierda aceptan: el gobierno ucraniano establecido después de la revuelta de Maidan en el 2014, escribe, “llegó al poder después de manifestaciones violentas, muchas de ellas lideradas por neonazis”. Esa revuelta fue en realidad un levantamiento popular y una expresión de la reivindicación por la independencia de Ucrania ante Moscú. Las afirmaciones que hacen muchos diciendo que la revuelta de Maidan fue “dirigida por neonazis” sólo le dan vuelo a la mentira de Putin de que la invasión rusa tiene como objetivo “desnazificar” a Ucrania.
Como es cierto en todos los países, la clase obrera en Ucrania tendrá que ajustar cuentas con las fuerzas derechistas que compiten por el liderazgo político. En muchas luchas nacionalistas, las fuerzas reaccionarias se presentan y buscan engañar a los trabajadores. Si tales fuerzas se encontraran hoy en el liderazgo de Ucrania—y no lo están—no podrían ser derrotadas políticamente por el ejército ruso que marcha bajo la bandera del chovinismo nacional ruso de Putin.
De hecho, la naturaleza popular y progresista de la revuelta de Maidan es un factor que contribuye a la resistencia que vemos en Ucrania hoy en día. Tuvo lugar hace sólo ocho años. Sigue siendo un recuerdo fresco para todos los que se unieron a las acciones de masas en ese entonces. Es una razón más por la que los ucranianos no se rendirán fácilmente, no importa cómo se midan las probabilidades militares en su contra.

En lugar de aconsejar que se rindan, como lo hace Cañizares, todos aquellos que verdaderamente apoyan la firme posición de Lenin de que es preciso defender el derecho de las naciones a la autodeterminación deberían extender su solidaridad a los combatientes ucranianos y exigir que Rusia salga de Ucrania ahora.
La violencia desatada por la resolución del Congreso de Estados Unidos que dio paso a la “guerra contra el terrorismo” comenzando con la invasión de Afganistán en el 2001 fue verdaderamente monstruosa. El Proyecto de Costos de la Guerra de la Universidad Brown estima que el costo humano de las guerras estadounidenses posteriores al 9/11[3] son 929,000 muertos y 38 millones de desplazados en 20 años.
¡Tropas y aviones rusos fuera de Ucrania ya!
¡Abran las puertas a los refugiados ucranianos!
¡No a las sanciones de Estados Unidos y de la OTAN!